El buen tiempo invita a practicar deporte al aire libre. Pero cuidado, no quieras que llegue a toda prisa, pues correr es una práctica que requiere tomar ciertas precauciones.
Con el sol y unas temperaturas más agradables, a muchos les entran las ganas de salir a correr. Pero si no habeis corrido en todo el invierno…tendreis que empezar poco a poco. He aquí algunas consignas a seguir para retomar el ejercicio lentamente.
Correr de forma progresiva:
Al salir, opta por un paso ligero, alternando caminar y trotar. “No se trata de adelantar a nadie, ni de recuperar el tiempo perdido”, aconsejan los preparadores físicos. El tiempo apropiado: una serie de 20 minutos de footing ligero, entre marcha y carrera. Al mismo tiempo, si decides aumentar la duración, debes hacer lo mismo con la velocidad. Así pues, dispones de dos factores para mejorar la eficacia.
Una serie ideal para arrancar duraría alrededor de 20 minutos. Después, se puede aumentar hasta 30, 45 o incluso una hora, que es el objetivo final. Hay que ir etapa por etapa, de forma escalonada. Entre una y otra pueden pasar uno y dos meses. Una vez superado este obstáculo, y cuando consigas acabar la serie sin problemas, puedes variar la dificultad y alternar las secuencias.
Correr: la frecuencia apropiada
Una vez a la semana es suficiente para empezar. Tan solo a partir de la tercera sesión podrás pasar a dos entrenamientos semanales. Eso sí, sin olvidar las 48 horas de recuperación tras cada sesión. De lo contrario, el organismo no tendrá tiempo de integrar el cambio. Correr dos veces a la semana durante los tres primeros meses es un buen ritmo. Después, si te apetece, puedes pasar a tres sesiones.
Correr sobre el terreno perfecto:
Sin duda, lo ideal sería correr en un espacio verde, puesto que el aire libre nos obliga a doblar nuestra capacidad pulmonar. Así pues, es preferible evitar correr en la ciudad, porque al atravesar las calles principales, respiramos el humo de los tubos de escape y estamos rodeados de contaminación. Aunque sea para dirigirse a la zona “verde” de la ciudad para correr. Además, también se desaconseja porque afecta a las articulaciones. Correr por asfalto tiene un impacto negativo en ellas. Cualquier superficie dura, crea choques a nivel de articulaciones. Al final, eso provoca una repetición de tendinitis”, recuerda el entrenador.
En el campo o en la montaña, el suelo es más flexible, más arenoso, lo cual asegura una mejor amortiguación. Es un consejo que todos deberíamos seguir si queremos evitar problemas articulatorios.
Correr: hidratarse bebiendo pequeños sorbos:
Es recomendable hidratarse bien y beber alrededor de un litro y medio de agua al día, cada día. Mejor si es a pequeños sorbos. Cuando corremos, pensamos en beber agua antes y después del ejercicio. Hidratarse corriendo es posible si se va equipado con un buena cantimplora que se ata a la cintura.
Equiparse: un detalle importante:
Una carrera a pie, tal y como su nombre indica, afecta, en primer lugar, a los pies. Por lo tanto, hay que cuidarlos. Existen zapatillas específicas para correr. No es la estética, sino la calidad lo que debemos tener en cuenta. Es fundamental que una buena zapatilla sostenga el pie y amortigüe los impactos. El impacto es tres o cuatro veces el peso del cuerpo sobre el suelo y, por lo tanto, sobre los pies.
Correr requiere un antes y un después:
- Calentamiento inicial, esa es la clave
El objetivo es subir la temperatura interna del cuerpo, así el músculo se prepara el esfuerzo y además se mejora la elasticidad muscular.
- Estiramientos posteriores
La carrera a pie puede provocar microlesiones. Se puede “reparar” la estructura del músculo con una sesión de estiramientos para concluir la carrera. Podemos dedicar, al menos, un minuto de estiramientos. Resultado: una liberación de endorfinas, las hormonas de la felicidad.