La sensación cuando sufrimos una rotura fibrilar es como de haber notado que nos tiraban una piedra o nos hubieran dado un golpe seco.
Se nota un dolor brusco e intenso, pero que generalmente permite seguir la actividad física con ciertas molestias…aunque al final el dolor es tan insoportable que hay que parar.
Uno de cada cuatro deportistas sufre una lesión muscular una vez por año.
Los síntomas son fácilmente reconocibles:
- Dolor repentino e intenso.
- Hematoma causado por la rotura de vasos sanguíneos adyacentes.
- En los casos más graves puede producirse un bloqueo del movimiento a causa de la contracción de los músculos adyacentes.
- En ocasiones el intenso dolor puede originar mareo y sudor frío.
La rotura fibrilar es una lesión frecuente en la práctica deportiva, cuya gravedad dependerá del número de fibras que se hayan roto y esto a su vez que determinará también el tiempo necesario para la recuperación – 8-10 días, 2-3 semanas o más de tres semanas…
Afecta de forma más habitual a las piernas como consecuencia de gestos explosivos y cambios bruscos de velocidad, siendo los músculos más frecuentemente afectados los gemelos, el sóleo, los isquiotibiales, los aductores y el recto anterior del cuádriceps.
La movilidad activa y pasiva son posibles, pero con dolor, al igual que el estiramiento. El dolor no cede con reposo.
La rotura fibrilar se suele producir por una elongación excesiva del músculo, por una contracción muy brusca o por un esfuerzo que supera su capacidad.
Existen dos tipos de fibras musculares:
La gravedad de la lesión dependerá del tipo de fibras musculares que estén afectadas.
- Fibras blancas o rápidas: obtienen su energía de la glucosa que se almacena en forma de glucógeno. Estas fibras responden mejor al ejercicio dinámico.
- Fibras rojas o lentas: obtienen su energía a través del oxígeno de la sangre. Tienen un tamaño menor que las fibras blancas y una velocidad de contracción más lenta. Están más irrigadas, aunque tienen menor inervación y resistencia. Su respuesta es mejor al ejercicio estático.
La fuerza, resistencia, tono, velocidad de contracción y elasticidad, del músculo dependen del tipo de fibras que predominen en él.
Factores de riesgo de la rotura fibrilar:
- Sedentarismo: si no se realiza ejercicio con asiduidad, se debilita el tejido conjuntivo del músculo, por lo que las fibras se pueden romper con mayor facilidad.
- Mala circulación arterial y venosa: llega menos oxígeno al músculo, éste se fatiga más, se acumula el ácido láctico y todo ello hace que sea más propenso a romperse.
- Enfermedades metabólicas: la más significativa es la diabetes.
- Nutrición deficiente: los músculos se debilitan y se hacen más frágiles.
Causas de la rotura fibrilar:
- Esfuerzos máximos e intensos como cambios de ritmo, sprints, etc.
- Intensidad y tipo de deporte: a mayor carga e intensidad…mayor riesgo.
- La falta de preparación física también tiene un riesgo elevado de lesión. El entreno regular permite un desarrollo de la masa muscular y facilita la restauración rápida de la función muscular después del esfuerzo disminuyendo así el riesgo de lesión muscular.
- Un insuficiente calentamiento. Éste ha de ser progresivo, prolongado y adaptado.
- Influencia del frío. La tensión muscular aumenta cuando hace frío. Si esta tensión es prolongada, una contracción muscular rápida puede provocar una lesión de las fibras musculares. Por eso es imprescindible un buen calentamiento.
La edad es un factor indiscutible:
- Entre los 16 y 21 años la patología muscular es del 28%.
- Entre los 21 y 25 es del 35%.
- Entre los 26 y 30 aumenta hasta el 42%.
Clasificación de la rotura fibrilar según su gravedad:
La clasificación de la rotura muscular varía según la extensión del daño fibrilar. Se divide en tres grados:
Grado 1 (rotura fibrilar):
Es la más frecuente, produciéndose una rotura microscópica a nivel de las fibrillas musculares. No se puede ver con pruebas diagnósticas de imagen.
Es un dolor violento, tipo “pedrada”, acompañado de pérdida de fuerza a causa del dolor.
Grado 2 (rotura parcial):
Representa el 20% de las roturas fibrilares. En una ecografía se aprecia la rotura muscular, además de un hematoma intramuscular. Debido a esto, en el grado II se aprecia deformidad y hundimiento del músculo en la exploración física.
Grado 3 (rotura total):
Éste es el grado en el que la lesión es mayor ya que existe una rotura amplia el músculo, separándose en dos partes, y ambos extremos se retraen.
Se acompaña de dolor intenso, impotencia funcional completa y deformidad. En estos casos muchas veces es necesaria la intervención quirúrgica para volver a unir los extremos del músculo roto.
Tratamiento de la rotura fibrilar:
- Reposo: dejar la práctica deportiva y caminar lo menos posible, con el fin de evitar que se agrave la le lesión con la rotura de más fibras y la aparición de nuevos hematomas. Una utilización del músculo dañado demasiado precoz puede provocar nuevas hemorragias en la cicatriz y provocar un retraso en la curación. Se suele recomendar el uso de un vendaje compresivo, pero que no impida la movilización del músculo.
- Aplicación local de frío: reduce la inflamación y calma el dolor. Se aplica hielo (nunca directamente sobre la piel) o bandas de gel congeladas durante aproximadamente un cuarto de hora en la zona dolorida.
- Antiinflamatorios no esteroideos: también calman el dolor y reducen la inflamación.
- Rehabilitación: no debe reanudarse la práctica de ejercicio hasta que no haya desaparecido completamente el dolor agudo. Y aun así debe iniciarse con estiramientos suaves hasta el punto en que el propio dolor lo permita. Se recomienda aplicar calor local después de cada sesión de estiramientos.
- Vuelta a la actividad de manera progresiva y personalizada.
La mejor manera de prevenir la rotura fibrilar es calentar adecuadamente cada vez que se vaya a practicar ejercicio, sea éste del tipo que sea.
Este artículo ha sido elaborado con información extraida de:
- www.sanitas.es
- www.elservier.es
- www.infofisio.com
- www.hospitalveugenia.com
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